TERROR GUBERNAMENTAL.
Cada
domingo, las Damas de Blanco acudimos a misa en la Iglesia Santa Rita, en Miramar. Municipio
Playa. Al concluir la misa efectuamos
nuestra marcha muy pacífica por 5ta Avenida, expresando con nuestro andar el
grito de libertad que por temor el pueblo acalla.
El
pasado domingo 12 de abril, siendo la 1:30 PM
o 2:00 PM, después de lo habitual, un grupo de
aproximadamente 33 Damas de Blanco, en unión de 15 o 20, hombres activistas de
derechos humanos, nos encontrábamos en las calles Infanta y Carlos
III.
Municipio Centro Habana, hasta donde nos habíamos
trasladado en un ómnibus público, para
desde ahí utilizar otro transporte y continuar viaje hacia el Aeropuerto
Internacional José Martí. Municipio Rancho
Boyeros, con el propósito de recibir a
la líder de Las Damas de Blanco Berta Soler, quien nos había representado en la
VII Cumbre
de las Américas, celebrada en Panamá.
En esa esquina
de Infanta y Carlos III, está ubicada la Pizzería El Italiano, por lo que
varias Damas de Blanco y varones
opositores que ni siquiera habíamos desayunado
quisimos comprar pizzas. Mientras esperábamos, fuimos sorprendidos por dos ómnibus repletos
de mujeres uniformadas miembros de la Policía Nacional
Revolucionaria, acompañadas por paramilitares, y hombres miembros de la Seguridad del Estado, además de seis u
ocho carros patrulleros.

Desde las casas, desde los balcones, los vecinos les gritaban a nuestros agresores. ABUSADORES. ABUSADORES. ABUSADORES.
A la
fuerza nos subieron a esos ómnibus, a las Damas de Blanco nos llevaron para el Complejo Escolar Militar Tarará, en la Habana del Este.
Durante
el recorrido de más de 30 minutos, las golpizas y patadas propinadas por la policía fueron
brutales, dos Damas de Blanco se desmayaron, aun tiradas en el piso, por encima
de ellas las golpizas continuaron contra las otras Damas de Blanco, algunas
policías se agarraban de los tubos del omnibus para
que las patadas resultaran más
efectivas.
La
violencia resultó tan brutal, y prolongada, que en ocasiones el chofer perdió el control
del vehículo yéndose repentinamente hacia los lados de la carretera.
Las
veces que logré pararme del asiento en el que nos obligaban a permanecer, a la fuerza me
sentaron, y para que no continuara intentándolo inmovilizaron mi pierna derecha contra el
propio asiento.
Al llegar a Tarará hubo demora para bajarnos de
los ómnibus, porque una paramilitar hizo amenazas de continuar con las
golpizas, de manera individual, y en
lugares apartados de ese inmenso y oscuro campo.
Cesaron
las golpizas y amenazas, nos bajaron de los autobuses siendo trasladadas para las aulas.
Aproximadamente
cuatro horas más tarde, nos sacaron de
dos en dos, llevándonos para otra aula donde ellos (los militares), habían
colocado varias mesas que formaban una L,
los miembros de la contrainteligencia sentados en la parte interior, con sillas
frente a ellos, al otro lado de la mesa donde nos sentaban a nosotras.
Redactaron
actas con
nuestros datos personales, en las que incluyeron una relación de todas
nuestras pertenencias las que estaban reteniendo. Tuvimos que firmar ese
documento como constancia, aunque no recibimos copia.
Este
procedimiento resultó ilegal, pues no estábamos en una unidad oficial de la Policía Nacional
Revolucionaria, (PNR). Tampoco habíamos sido instruidas de cargos,
ni se nos había redactado un acta de detención, lo que evidenció una vez más su
prepotencia terrorista, de la misma manera proceden con las leyes que arbitrariamente
rigen al país.
Serían
las 9:00 PM., cuando se observó en una sala algo distante, a un grupo de
militares hombres con mujeres rozando alborozamente sus cuerpos, mientras
festejaban nuestro secuestro.
He padecido horrores a causa de esta dictadura
durante tantos años imperante, por lo que a pesar de haber presentado desde
horas de la tarde descompensación en mi
presión arterial 180 c.110, y que después de haber tomado dos tabletas de Clordiazepóxido, dos de Captopril, un Diazepán,
haber eliminado abundante líquido en tres ocasiones mediante la orina, mi presión
en ningún momento cedió.
Lo que
provocó gran preocupación por mi vida,
por mi salud, en mis hermanas Las Damas de Blanco, fundamentalmente Yaquelin
Bonne y Lucinda Gonzáles, quienes en
todo momento así lo expresaron.
En
cambio, con relación a los militares, su
temor era a una desgracia que ellos
estaban provocando, por lo que insistían
en sacarme de ahí, lo cual no acepté.
Le
respondí a la policía que solo aceptaría si nos sacaban a todas, y que yo les firmaría de ser necesario, un
documento responsabilizándome con mi
decisión ante mi estado de salud, provocado por el secuestro del cual estaba
siendo víctima.
Insistieron
en ponerme oxigeno, lo que tampoco acepté.
Quisieron
llevarme para el Hospital Naval, tampoco
acepté, a pesar de que mis hermanas de lucha pacífica me pedían que aceptara
pues la presión no cedía.

Unos 20 minutos más tarde, la
Dama de Blanco Lucínda
Gómez, me informó que habían traído carros patrulleros para sacarnos a todas.
Lucinda había sido lesionada en el rostro.
Nos liberaron del secuestro pasadas las 10:00 PM.,
sin haber ingerido alimento durante todo el día.
Recordemos
que brutalmente habíamos sido atacados,
Damas de Blanco, y varones opositores, mientras esperábamos las
pizzas en las calles Infanta y Carlos
III, muchos no habíamos podido desayunar
antes de salir de nuestras casas.
Cada
Dama de Blanco, al igual que los activistas de derechos humanos que nos acompañaban,
deben redactar un informe sobre este atropello contra su
persona, y las lesiones recibidas,
formulando su demanda ante las autoridades.
Aunque
somos conscientes de que nuestras denuncias no procederán,
porque fueron esas mismas autoridades
quienes autorizaron las golpizas y todo lo que ilegalmente se
derivó de las mismas. Pero procederemos
con nuestras demandas, confiados en que el día y hora llegará, cuando un
tribunal con vergüenza les de curso
legal.
A nuestros hermanos en la vida, y ante al
enemigo, después de golpearlos y esposarlos, los llevaron en calidad de detenidos para
el (Vivac). Complejo de Instrucción Penal en el pueblo de
Calabazar, a otros los abandonaron a su suerte en carreteras a más de 15 kilómetros de La Habana.
Vivo a
tres cuadras del lugar de los hechos, y aunque la gente se siente aterrada por motivo de estas prácticas terroristas del
gobierno comunista cubano y sus aliados, he observado expresiones de rechazo
con la brutalidad aplicada por la policía
política, la Policía Nacional
Revolucionaria, y sus paramilitares contra
nosotros, esa tarde, en esa esquina de Infanta y Carlos III.
Aunque
mucho peor resultó lo ocurrido en el interior del ómnibus durante su recorrido
lejos de la ciudad, de la vista del
pueblo, y de la prensa extranjera.
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